martes, 25 de octubre de 2011

Las mujeres de Fernando VII

En 1829, nuestro felón rey, cuarentón y baldado por la gota, se casó por cuarta vez. Necesitaba a todo trance un heredero. «No más rosarios ni versitos», estalló cuando le propusieron otra princesa alemana. Esta vez prefirió a su sobrina, María Cristina de Borbón, de veintitrés años, una napolitana alta, morena, de anchas caderas y nada mojigata. Hasta guapa era, si se le excusa la nariz familiar. El avejentado rey concibió una pasión senil, como consecuencia de la cual la nueva reina quedó preñada. El previsor Fernando, por si lo que venía de camino fuera niña, se apresuró a firmar la Pragmática de Carlos IV, la promulgada en 1789 y luego absurdamente archivada; ahí es adonde queríamos llegar, que autorizaba que una mujer heredara la corona. 

A su debido tiempo la reina dio a luz, una niña en efecto, a la que impusieron el nombre de Isabel. No había habido una reina en España desde Isabel la Católica. Los partidarios del infante don Carlos, es decir, los carlistas, no aceptaron la componenda y seprepararon para imponer a su candidato, aunque fuera por las armas. En el bando contrario, los liberales se congregaron en torno a la reina María Cristina para defender la sucesión de la niña Isabel, que les parecía garante de mayores libertades. Ya estaban las estacas dispuestas y el personal preparado para comenzar a sacudirse en cuanto muriera el rey.