A partir
de 1900, España consolidó su penetración en el norte de África. La Conferencia de Algeciras (1906), a la
que acudieron diversos países europeos, y el posterior tratado hispano-francés (1912), establecieron
un protectorado franco-español en la zona de Marruecos.
A España le correspondió el territorio de El
Rift, una zona montañosa del norte, con la obligación de pacificarlo y
organizarlo. El interés español venía
estimulado por los posibles beneficios económicos
ansiados por la burguesía (minas de hierro,
inversión en ferrocarriles…), pero sobre todo, por restaurar el prestigio del Ejército hundido tras el desastre de Cuba y conseguir que España
se convirtiera de nuevo en una potencia
colonial. La presencia española estuvo contestada por los continuos ataques rifeños, organizados en cabilas. En 1909, los rifeños
infligieron una aplastante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, ocasionando más de
1200 bajas. Se decidió entonces aumentar el número de soldados en El Rift con reservistas, muchos de ellos casados y con hijos, y se dispuso que
partieran algunos regimientos desde Barcelona, lo cual provocó un importante
movimiento de protesta popular.
En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas próximas a Melilla atacaron a los trabajadores españoles de una de las compañías mineras. El Gobierno de Maura decidió enviar al ejército y aprovechar la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas. Ordenó la incorporación de éstos en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades se produjeron fuertes protestas y manifestaciones protagonizadas por mujeres y madres de los soldados movilizados.
Las primeras noticias del desastre del Barranco del Lobo coincidieron con el inicio de una huelga general en Barcelona, el 26 de Julio, convocada por Solidaridad Obrera y respaldada por UGT. El paro fue total y durante tres
días se sucedieron asaltos, quemas de conventos, luchas callejeras, incendios y
enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la policía y el Ejército.
El balance fue de más de un
centenar de muertos, numerosos heridos y edificios destruidos. Luego llegaron
las detenciones en masa y los juicios. Se celebraron 216 Consejos de Guerra que afectaron a 1700 personas y se dictaron 17
condenas a muerte, de las cuales sólo se ejecutaron 5. El más grave fue el
procesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco
Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna. Hoy parece
demostrado que no participó en los hechos. Su ejecución se produjo en medio de
una oleada de protestas internacionales. Las consecuencias de la Semana Trágica fueron importantes. Las protestas provocaron la caída
de Maura, muy desprestigiado y en general, contribuyó a reforzar las organizaciones
sociales y a extender la crítica al sistema político de la Restauración entre
la opinión pública.