El hijo de Isabel II era un chico moreno, bajito, no mal parecido, con el
rostro menudo y enmarcado por grandes patillas, a la moda prusiana. De salud
andaba solamente regular. Tenía afición a las mujeres, no se sabe si por
tuberculoso o por Borbón, y también le gustaba codearse con el populacho en
tabernas y colmaos, como a su abuelo Fernando VII.
Alfonso llegó a España a los dieciocho años, después de cinco de exilio. Su
madre intentó seguirlo, pero Cánovas, a cuyos buenos oficios debía Alfonso el
trono, se negó en redondo. Lo que no pudo impedir fue que el pipiolo se casara
con su prima hermana, María de las Mercedes de Orleans y Borbón, de la que
estaba muy enamorado. Esto de que un rey se casara por amor, como los pobres,
prestigió mucho la monarquía a los ojos del pueblo. Pero poco duró el
casamiento. A los seis meses la reina falleció de fiebres tifoideas.